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Foto del escritorEnrique Chávez

“Álvarez” de Los Maricas: el estruendo de un trip lisérgico punk-hardcore

No sean cuadrados, hijos de la chingada, tampoco se espanten. Cuando digo "Los Maricas" no me estoy refiriendo al término despectivo (aunque nosotros en México lo hayamos convertido en una mierda clasista-intolerante). El lenguaje es un organismo bien loco; “Marica” en Colombia es lo equivalente a decir, aquí en las tierras mexicanas, “compa”, “carnal” o “wey”. Es como decir “amigo”, así que no se pongan espesos. Descubrirnos humanos en varias situaciones es parte de encontrarnos con la gente, aún cuando sea sólo a través de una pantalla de celular o una plataforma de streaming. Pero hoy no nos pondremos estrictos con los inútiles estándares sociales ni con las reglas semánticas, sino que hablaremos de música que, como dice el ruco metalero en un video de Facebook mientras habla sobre Black Sabbath, sacude el alma y sacude el cuerpo.


Los Maricas es una de las bandas más chingonas del garage punk-rock-hardcore / surf-beach punk de la escena colombiana. Y qué bandota, déjenme decir. Hablar de ellos es adentrarnos en un trip de DMT mezclado con transgresiones morales e introspecciones sutiles en un breve encuentro con la mejor ejecución del punk-hardcore en paisajes alucinantes. Los Maricas son una banda que en verdad se toma en serio qué quiere transmitirle a su público, y los géneros que tratan no son suficientes para expresar toda la vibra que traen dentro de sí. Tanto es así que ellos han creado su propia visión estética de todo el ruido que hacen, denominando a esta corriente estética post-moderna como cracecore. ¿Qué chingaos es eso? Simple, es hacer algo mal hecho, pero con el corazón. Está bonito ese concepto de muchas formas, pero déjenme decirles que nada de lo que hacen Los Maricas está mal hecho. Todo lo contrario: es una bomba de varios kilotones. El cracecore actúa de una forma tan buena que sólo nos produce empatía y un cariño entrañable con todo lo que la banda bogotana puede entregarnos.



Topé a la banda hace tiempo, cuando recién promocionaban su EP IV a pocos meses de su lanzamiento. Escuchar por primera vez Ningún Lugar sí te deja muy dopado por una estética que parece curiosa y divertida en un principio, pero que después evoluciona a un desmadre de proporciones bíblicas. En lo personal, esta rola me encanta. Tiene ese toque chill para disfrutar de un día en la playa y también esa potencia lírica para causar un periodo de reflexión aguda y después volarnos la cabeza. Entré a lo más suavecito de la banda, por así decirlo. Encontrar esta rolita en las recomendaciones de Bandcamp y Spotify me llevó a descubrir el material completo de estos compas. De ahí me pasé al EP completo, donde hay rolillas punk muy agresivas como Acá / Nunca y Punx, que contrastan con el surf punk de Ningún Lugar y D.M.S.


Y no sólo eso, de ahí me percaté que la esencia lírica de Los Maricas tiene chingos de variantes, donde se nos puede hablar desde los temas más simples de la cotidianidad en un screamo o de los temas más reflexivos como la metáfora de la vida misma en una estética beach punk. Definir cómo Los Maricas desarrollan este concepto es algo loquísimo, y le agrega mucha esencia a lo que la banda quiere transmitirnos en medio de esta ola de emociones e irreverencia.


Después de aventarme el IV me lancé con todo lo demás en Bandcamp. Escupiendo Tulipanes es una cosa loquísima que también te deja apendejado con rolillas como Morenita, Ramen en Japón, 34 Días, Bebé vamos a la playa, La balada de Brauni y Tiempo. Algunas rolas son consistentes (en el buen sentido), es decir, o son el más duro punk-hardcore o son un total beach-punk; pero otras sí son una amalgama de sonidos que pasan de la tranquilidad a la cochinada en micro-segundos, y eso está muy cool. El Escupiendo Tulipanes sí me dejó todo crikoso, pero no es nada comparado con las otras producciones anteriores de la banda. Los Maricas se ponen exquisitos con los EPs Tres, Muerte, El Invierno y El Verano. Ahí está su beach-punk-hardcore más agresivo y pedregoso, y neta que no es sólo para estómagos fuertes: todos somos capaces de aguantar unos buenos madrazos al estómago.



Y ahora, después de varios caminos trazados a lo largo de EPs, uno que otro split y un LP, Los Maricas nos sorprendieron en el mes de febrero con Álvarez, un LP maduro, conciso (como la mayoría de las rolillas de la banda), preciso y lleno de una vibra alucinógena. No digo alucinante porque sería no hacerle justicia a la intensidad y mood del álbum. Es más, desde que vemos la portada del álbum, creada magistralmente por Manuel Hernández, ya nos hacemos una idea de cómo terminaremos al escuchar las rolitas: abatidos, derretidos y totalmente pachecos. Y es que Álvarez es toda una experiencia, un recorrido irrepetible que nos sacará más de una sonrisa, caracajada y pensamiento. RICOSUAVE (bajo), CRZY MTHRFCKR (Guitarra y voz), DIM (batería) y JD (voz) se rifaron totalmente con la ejecución de este álbum (que por cierto fue grabado inmotion studio y masterizado en Walking in Circles). A mi humilde parecer, este nuevo LP vino a concretar, hasta ahora, toda una búsqueda estética que ya venía desde su primer EP en el 2013. Todo lo mejor de Los Maricas viene a parar en este punto: la madurez sonora, la violencia siniestra y la tranquilidad inquietante.



Como todo buen punk-hardcore, y siguiendo la estética de la banda, las rolas son breves, muy breves, pero no nos quedan a deber nada. Tienen todo lo que podríamos pedir, contando esa energía cinética para slamear y gritar con toda el alma, pero sí hay un gran avance que hace de Los Maricas una banda única. En Álvarez todos los instrumentos tienen una armonía caótica, dotando a cada uno de sus propios momentos y generando una atmósfera sumamente gratificante. La guitarra está cimentada en acordes provocadores, teniendo momentos similares a un trip de lo más dulce y continuo, mientras que el bajo y la batería son punzantes, decididos a atacar por diversos ángulos del ring. Y las voces como siempre: intensas y melódicas a más no poder.


Desde la primera rola, Aversión, Los Maricas nos dan una probadita de su estética y de lo que será su nuevo LP. Se divide en dos momentos, uno más tranquilillo presente en el surf-punk seguido de lo más cabrón del punk-hardcore, y con ellos una impresionante construcción lírica. Ya con Aversión estamos preparados para un carrusel de baile, gritos y parrandas. No Somos Iguales, Secuoya y Buenos Aires siguen esta misma línea, definiéndose en la bipolaridad de géneros que topan Los Maricas. Buenos Aires tiene ese mood positivo gracias a las voces de Daniela Parra, quien le agrega un toque muy bonito a la canción como parte de una voz en off que acompaña a JD. Ya con Rionegro tenemos un “descanso” que nos prepara para las siguientes sensaciones; el saxofón de Marco Fajardo le agrega un toque único que es una delicia para los oídos.


Muerte y Noviembre ya se meten a un punk hecho y derecho. No muy agresivo en los instrumentos, pero sí con un juego de voces y screams característico de Los Maricas. Son unas rolitas geniales, llenas de esta magia que trae consigo el género y los bailes de presentaciones en vivo. Y luego viene Mientras Pasa el Porro, que la banda interpreta junto a Ángel Dumile con una letrilla hip-hopera/rap/freestyle. Esta es una de las mejores rolas del álbum, y, como dice el título, un mero pretexto para chingarnos un porrito mientras la escuchamos y el freestyle nos cabalga por la cabeza. Es una rola que comparte lo mejor del estilo de Los Maricas y lo combina con un género externo, resultando una combinación jugosa y muy buena para aguantar el trip.


Podría decir que a partir de esta rolita se viene lo mejor del álbum, a través de la mesura y el despegue lírico. Y aquí nos damos cuenta de que no tenemos a Los Maricas del 2013, sino a una banda que ha aprendido a construir otro tipo de mensajes llenos de color. Rosas Calientes, Estragos y Cataclismo me encantan por esa combinación de sonidos profundos en la guitarra, siguiendo con el bajo certero y la batería maciza. Y no hablemos de las letras, porque son excelentes y quedan justas para las comuniones musicales. Tan sólo veamos la lírica de Rosas Calientes y Cataclismo, otras de mis rolas predilectas de este LP: “Fragilidad para entender / mi distancia con la vida [..] y no me pienso arrastrar, / resistir la muerte ya. / Así es, todo mal, siempre mal, vivo mal”; “Y dime si es que alguna vez / te dejé de querer, / y sea tu lugar”. La cotidianidad y las emociones reflexivas nos llevan a encontrar en Los Maricas un foco de interés y pasión por lo que nos rodea. Todo chingón con estas rolas que se asemejan a Aversión: las dos tienen sus momentos potentes.



Ya para finalizar el álbum están Animal y Emoción, que son perfectas para amarrar el recorrido del Álvarez. Animal es alegre, como si estuviera diseñada para finalizar un house show con todos ya bien cuajados y llenos de una energía divina. Culmina como si fuera más una rolilla de punk-rock, y eso está muy sabroso. Trae un punk bien delicioso que nos ayuda a digerir todo lo que el álbum ya nos presentó, y neta que el LP no decepciona en ningún momento. Emoción es más una carta de despedida, que dentro de su brevedad se toma el tiempo para decirnos adiós en una sintonía agradable y tajante. Sé que cada uno de los que lo escuchemos tendremos nuestra rola favorita, y eso está muy bueno para darle variedad al Álvarez.


Sin dudarlo ni un segundo, diré que cuando escuchen Álvarez se van a quedar con ganas de echarse toda la discografía de Los Maricas de un solo bocado. No es ninguna broma el decir que el cracecore le queda chingón a la banda, sobre todo porque saben cómo hacer de esta filosofía creativa una estética que nos arranca los huesos y nos deja justo como el arte de la portada este gran LP. Los Maricas son una de las grandes bandas de la escena colombiana, y seguramente aquí en México disfrutaremos de todo lo que la banda tiene colgado en Spotify, Bandcamp y YouTube. De hecho, acaban de subir un video lyrics de Ningún Lugar, y también estaría bueno que pasen a darse con una de mis rolas favoritas de la banda. Con Los Maricas la diversión, el desgarro y un trip bien denso y fascinante están asegurados. Nada mejor que un buen punk-hardcore para terminar la semana y los pendientes de la cuarentena mientras envenenamos nuestros oídos con “buena mierda”, diría alguno de mis compas.













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