Aaah, tenía un buen rato que no volvía a estos trotes. No me aparezco por aquí desde hace algunos meses y regresar se siente bien de muchas formas. Fuera de los círculos del internet estamos cuajando algunos shows en tierras tlaxcas y otras periferias, así que quería reactivar estos textos a modo de desenfoque y, por qué no decirlo, recapitular algunos géneros y proyectos que, esperemos, puedan traducirse en nuevos amigos presentándose con nosotros en diferentes puntos de Meméjico. De cualquier manera, volvemos a las reseñas y a la música mexa que enaltece los sentidos y desmadra las horas, y no es para menos: lo de hoy viene denso, denso, denso...
Qué mejor forma de regresar a los textos proto-explicativos que con uno de mis géneros favoritos: el emo shoegazero. Y sí-sí-sí, quizás ese género ni exista, pero ustedes me entienden. Pocas cosas son tan cabronas y perfectas como escuchar guitarrazos, susurros endebles, auras noventeras y mitos de antaño, y para allá vamos. Algo que me encanta del shoegaze mexicano, ya después de escucharlo y vivirlo por un par de años, es la facilidad con que puede expandirse en términos simples, pero apoteósicos, encontrando nuevos puntos de quiebre donde las mutaciones entre acordes duros e inmersiones resplandecientes son simplemente satisfactorias, rotundas y malviajadas (en el buen sentido).
Y si debemos reconocer el trabajo de una banda que sabe cuajar la sintonía de estos conceptos, en definitiva tendríamos que toparnos con la música de Dominiko. Oriundos de la jungla de la Ciudad de México y encontrando un equilibrio entre el grunge desmadroso y el shoegaze post-clásico-demencial, la propuesta estilística de esta bandota es nostálgica, poderosa y, en definitiva, única. Con un álbum todavía caliente de los últimos días del diciembre-21, Fragmentos, Dominiko tiene la fuerza para convertirse en uno de los estandartes del shoegaze-grunge-emo nacional a partir de un sonido claro, profundo y emocionante.
Si bien Fragmentos apareció en los últimos días del 2021 y ya lleva (creo) poco más de un mes de salida, me parece correcto hablar de este álbum por todo el desvergue que está armando en redes. Lo he visto posteado en varios grupos de Facebook y en días recientes los compas de la banda se armaron una playlist de Spotify (Aislamiento Sónico) con sus influencias (muchas de ellas, bandas mexas que también recomiendan darle una escuchada a este proyecto), así que no es fácil ignorar este EP. Y con justa razón. Cualquiera que esté en sintonía con los placeres del emo sabrá reconocer en Fragmentos un golpe certero de emoción, melancolía y un sabor agridulce en las múltiples dimensiones de sus rolas.
Ismael Tecontero (Guitarra), Armando Mora (Bajo), Erick Anzastigue (Guitarra y Voz) y el multifacético Rick Villagómez (bataco de Trve Friends/Point Decster), logran una fusión bien interesante que se detona en espacios concretos y en visiones alejadas de un shoegaze/emo repetitivo. Al contrario, la música de la banda es un madrazo de potencia y distorsión premeditada que surge de un amor incondicional a esas bandas emo-under de los noventas y que se cuaja por medio de instrumentos bien calibrados y un sonido cuidadosamente familiar, pero llevado a un nivel alucinante y quimérico. Ya se la saben, la receta perfecta para un tipo de música que te hace bioluminiscente.
Separándonos brevemente del contenido del álbum, que podríamos adelantar como un punto y aparte de la escena shoegaze/grunge mexa de los últimos años, es importante resaltar sus rasgos de producción. Grabado y mezclado por el gran David Lemus, bajista de El Shirota, y masterizado por Mauricio Avendaño de Loiis, Fragmentos es un trabajo poco convencional que le rinde tributo a sus géneros de una forma hábil, casi mimética, pero a la vez con cierto aire fresco que le va chingonsísimo a la esfera shoegaze de la Ciudad de México. Muy aparte de otra bandas (igual de verguísimas que estos compas), el sonido de Dominiko se compacta en un shoegaze de ataques permanentes y colores abismales, lo suficientemente atrevido para alejarse de un género que de por sí ya está en constante exploración.
El álbum comienza de forma directa y sin rodeos alv: guitarrazos duros, ritmos hipnotizantes y un mix de riffs intermitentes que se pierden en los ecos de la voz. ¡Verga, qué chingón! Para aquellos que disfrutamos del shoegaze de tonos claroscuros e impresiones saturadas, Dominiko actúa de forma impecable. A lo largo de sus tres rolas, suficientes para diagnosticar el mood de la banda y su propuesta atemporal, Dominiko se posiciona en un sólo escenario que vierte lo mejor del emo, el grunge o el shoegaze, y a pesar de ello, Aflicción Constante, Anheidonia y Dismorfia, las rolas que componen este EP, no se parecen entre sí. Perfecta simbiosis.
Del emo melancólico y pausado de Anhedonia hasta el grunge distorsionado de Disformia, Dominiko logra un gran equilibrio que acelera y disminuye según las necesidades de cada rola, y eso es lo chingón de Fragmentos. A través de ritmos constantes y fluidos, trémolos divertidos-punzantes (ya presentes en singles anteriores de la banda como Obakemichi) muy del tipo My Bloody Valentine/Ovlov, bajeos certeros cuasi-post-punketos y guitarrazos de una saturación exacta o palpitante, el álbum juega por en medio de todos sus géneros y nos presenta un trabajo emotivo, reverberante e invasivo, llegando a tal punto de presencia física que le va de maravilla a todos sus instrumentos y a la renovación de cada una de sus piezas.
Algo que me gusta mucho de este álbum es que sus rolas son unidireccionales y sinceras. Cada una se enfoca a sus propios temas y jamás pierden el tiempo buscando salidas experimentales o rebuscadas, promoviendo ese shoegaze de madrazos certeros, construcciones memorables y recorridos incandescentes. De eso se trata el emo-shoegaze: seguir por un mismo camino y, de paso, encontrar rutas de contrastes y matices fluorescentes. Me late un chingo la música de Dominiko porque también es un golpe a la memoria, a reencontrarnos con sonidos espectrales, diáfanos y juveniles que en conjunto se manifiestan desde un grunge-shoegaze electrizante, sustancioso en sus capacidades expansivas y magnífico en sus distorsiones hechizantes.
La voz y la lírica también son otro pedo. Desarrollándose mediante acotaciones de la identidad, el reconocimiento, la ciudad y la noche, Fragmentos despliega una serie de imágenes que nos remiten a su título: un encuentro íntimo que se recrea a partir de múltiples espectros y que desemboca en un shoegaze de visiones hipnotizantes. Aunque esto no tenga la suficiente "dulzura-misticismo" para catalogarse como una poética netamente shoegaze, el desconcierto emo es innegable y le da justo al clavo: confusión y desconcierto sin llegar a la compasión idealizante o melosa, ello manifestado desde un susurro invasivo, dotado totalmente de un aura de insatisfacción verguísima.
Ya hablando romántica-personalmente, una de mis metas de este año será traer a estos compas a tocar en Tlax. Ya de a perdido (y ni tanto), armar un show en la Ciudad de México y tener un acto especialmente reservado para los amigos de Dominiko. Para aquellos que les guste la nostalgia emo de secuencias violentas, reflexiones afligidas y paisajes neón, esta banda les va a encantar. Nada mejor que un buen madrazo de distorsión, una voz anacrónica-inteligible e instrumentos descontrolados para dejarse llevar por las mareas de un género suave, pero a la vez intenso y demoledor.
A pesar de todas reflexiones chaquetas que ya me aventé para esta reseña, podría resumirles diciendo que Dominiko es el gran ejemplo de cómo la simbiosis de géneros, las palpitaciones rítmicas y las alucinaciones premeditadas conjugan uno de los álbumes independientes más cabrones del año pasado, demostrando así que la energía emo y las deconstrucciones del grunge todavía tienen experiencias que demostrarnos en futuros no-tan lejanos. Fragmentos resulta un gran agregado a la breve, pero inquietante, discografía de esta banda, y de seguir así, Dominiko es capaz de lograr cosas más cabronas y vehementes, y nosotros estaremos aquí cuando eso suceda. Qué otra cosa podemos decir... larga vida al shoegaze mexicano y a sus mil maneras de propagarse en universos cada vez más caóticos, ambulantes y fantásticos.
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