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Foto del escritorEnrique Chávez

"Wimbledon" de Loiis: lentas saturaciones y efectos intangibles



No ha pasado ni medio año y ya tenemos una nueva joyita sonora de la mano de una de las bandas más representativas y cuajadas del slowcore mexa: Loiis. Está medio raro porque la neta no se siente que la banda haya descansado en cuanto a su producción artística. Para mí, todo este tiempo que ha pasado desde el estreno de Un Final Feliz (julio, 2020) pudieron haber sido sólo un par de semanas. Este álbum (del que también tenemos una reseña que pueden checar aquí) logró tal impacto y está tan bien construido que, a siete meses de su estreno, todavía se siente como un material fresco, apasionado y nuevecito, y eso habla muy bien de cómo Loiis ha jugado sus cartas para entregarnos una versión muy mexa e íntima de los sonidos característicos del slowcore y otros géneros aledaños.



Ahora, Wimbledon, el nuevo EP de esta bandota de la Ciudad de México integrada por Linda Tan, Mauricio Avendaño, Héctor Bravo, César Ortiz y Óscar Monroy, vuelve a sorprendernos y a desmadrarnos como un contrapunto de la ya estabilizada estética de Loiis y de sus arquetipos sonoros generados a partir del slowcore. Producido y mezclado por el propio Mauricio Avendaño y masterizado por el ya conocido Harris Newman, Wimbleton se explora a sí mismo como una suerte de paisaje auto-descifrable en el que las guitarras, el bajo, la bataca y los teclados-synths logran una transición solemne, multifacética y enérgica en varios niveles. En espíritu, Wimbledon es un paso hacia adelante en la carrera de la banda y un agregado fabuloso para quienes disfrutamos de un slowcore tipo Duster creado en tierras mexas.


Conceptualmente, y lo sabemos gracias al fragmento del poema "If-" de R. Kipling que acompaña la descripción del álbum en Bandcamp, Wimbledon desarrolla sus imágenes y su esencia a partir de una reinterpretación de lo británico. De ahí proviene su nombre: Wimbledon, ciudad londinense en donde se desarrolla el famosísimo Campeonato de tenis de Wimbledon y que Kipling destruye socialmente en su poema. Sin embargo, y a pesar de que encontramos elementos recurrentes del viejo continente como los trucos de perritos, los campos de tenis, etc., este nuevo álbum sólo utiliza estos elementos como fachada creativa-artística. El verdadero poder de Wimbleton reside en su composición, su lírica y los sonidos que acompañan la experiencia de cada rola.



Conformado por Perro Quieto, Bonsái, L.R.O, Culpable y Nubes Pasajeras, Wimbledon mantiene esa marea de ritmos lentos y depresiones sonoras ya típicas del slowcore, encaradas muy a la manera y estilo de la banda, pero algo que sí cambia es su aura general y la vibra predispuesta por cada rola. Acercándose un poquito más a un emo-shoegaze slowdeado a través de pequeños y sutiles efectos, ritmos y entonaciones, Wimbledon es un álbum que se construye mediante presencias intangibles que oscilan y se desvanecen en guitarras solemnes, un bajo dinámico, una bataca anticlimática y una voz juguetona-despreocupada. Mezclando cada uno de estos ingredientes, y sumándole una magia cotidiana que rodea a cada pieza, Wimbledon surge como una contraparte muy bien ejecutada de Loiis que explora las inmediaciones de un slowcore más dócil, inmersivo y etéreo.


Ya lo dijimos antes, a diferencia de Un Final Feliz, donde un slowcore más pesado y extenso inundaba las características del álbum, Wimbledon deja libre al género para reencontrarse en mutaciones más breves, sencillas (no por eso menos verguísimas) y efímeras. Si bien las primeras canciones del álbum continúan los desmadres distorsionados del slowcore de Loiis, encontrando su camino en variaciones más dinámicas y ágiles, Culpable y Nubes Pasajeras me parecen las rolas más curiosas de todo el álbum; poseen cierta naturaleza slowdeada-acústica, pero se les añade un toque mucho más buenviajado y dulce que se presenta a partir de los teclados y la voz. Escuchando todo el álbum se van a dar cuenta de cómo es su propia dulzura, furia o arranque de ánimos; Loiis hace un gran trabajo en este EP al mezclar la tristeza sonora con un sonido más íntimo, discreto y sincero.


Este nuevo álbum es un poquito difícil de conceptualizar y de compactar si lo equilibramos con el material anterior de la banda porque pareciera que estamos escuchando a otro Loiis: un proyecto más condensado en el desvergue solemne y la búsqueda de distorsiones más paulatinas y momentáneas. A diferencia de rolas como Ambición, Lluvia y No Me Acuerdo, pertenecientes a la primera oleada de rolas/sencillos de la banda y que llevan consigo un poder natural de secuencias demenciales, este EP adquiere cualidades y sensaciones nuevas que nos llevan de la arritmia más prominente a la experiencia más atractiva y apacible. Hay incluso muchas rolas que ya se acercan al emo tristón de No Somos Marineros, pero es inevitable pensar que seguimos en el territorio arcano y panorámico de Loiis. Es una chulada, a fin de cuentas.



Líricamente, este álbum también se distancia un poquito de lo que ya conocíamos de Loiis. Para empezar, y como ya es costumbre en el slowcore de la banda, cada rola posee su propia "imagen": un momento en específico que se acompaña y se perfecciona a partir de la intimidad y que recae en temas comunes como el amor, la aceptación, la memoria o la confusión. En este sentido, el álbum recrea diferentes situaciones mediante un lenguaje descriptivo y melancólico, incluso tierno, que adquiere sus propios colores gracias a una brevedad menos retórica y más cotidiana-cercana: "Me siento pequeño al lado de ti / Te veo más lejos que la tesis / Me siento pendejo al lado de ti / Te veo por siempre en tus Converse grises" (Bonsái); "A veces tengo que dejarte así / Dando vueltas en mi cabeza / Hoy ya no sé qué fue la verdad" (Culpable). El juego textual de Loiis se mezcla de forma verguísima con las figuras sonoras, complementando y distinguiendo un horizonte más adecuado a la brevedad, lo natural y lo armonioso.


A raíz de todo esto, Wimbledon posee un sonido único que sólo Loiis podría reinterpretar y reproducir. Como siempre, es difícil explicar de qué va este rollo, pero si ya te has topado con la música de Loiis sabes que tienen cosillas muy de ellos y que son identificables en su música. Las guitarras y el bajo siguen siendo una delicia incomparable en su lentitud, delimitadas únicamente por los ritmos turbios de la bataca y su presencia casi fantasmagórica; mientras tanto, la voz y los teclados terminan por amarrar una experiencia mucho más gratificante y delicada, haciendo de Wimbledon un trip que se tambalea entre la agresividad y el sosiego.


Ya para terminar, y resumir todo este relajo que les estoy escribiendo, Wimbledon es una joyita y una chingonería dentro de los nuevos estrenos del 2021. Para qué hacerle a la mamada: la calidad de Loiis es una cosa cabronsísima y un gran ejemplo de cómo el slowcore/shoegaze/neo-emo sigue rompiendo madres con rolas complejas, pero enternecedoras. Algo que tiene este nuevo álbum, y con lo que estoy realmente fascinado, es que no repite fórmulas; a diferencia del álbum anterior de Loiis, Wimbledon se siente como un giro inesperado y una vuelta más apasionada a la montaña rusa. Tiene todo lo que ya nos gustaba de la banda y todavía más. Es un trip inesperado que te hipnotiza desde la primera escuchada, y aunque pudiera sentirse un poquito más templado en cuanto a sus elementos sonoros, nunca deja de tener ese desvergue y esa esencia tan linda y acogedora de Loiis. En fin, Wimbledon continúa el legado de esta ya mítica banda mexa de slowcore y le agrega su propio color para brindarnos un trabajo increíble, desproporcionado y guiado hacia las pausas más conmovedoras y emocionantes de la cotidianidad.




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