Por Darla Abad
La película comienza con la introducción de Memfis Film, casa productora que acompaña al director sueco Lukas Moodysson en esta cinta. Después siguen las voces en off: una fiesta de una madre divorciada; una pequeña entre toda esa gente aparece con expresión apática, como la de cualquier adolescente que no ve su propósito en aquella reunión. Ella es la incomprendida Bobo (Mira Barkhammar), la hija, quien se va a dormir con la canción Schweden Schweden de Ebba Grön. Luego, su mejor amiga, Klara (Mira Grosin), lse presenta con una llamada telefónica donde las dos compiten por ver quién tiene a los peores padres.
La película es estrenada en el 2013 en Suecia y uno de los asuntos centrales es la frase inmortal (dicha por quién sabe qué abogado del punk): "¡El punk no ha muerto!", con o sin exclamación. Este argumento es mejor explicado en una escena donde las chicas están discutiendo una tarea a la hora del almuerzo en la escuela, y aparecen otras chicas ochenteras, partidarias de la música disco y con este estilo tipo aqua barbie girl. Unas de ellas afirma que el punk está extinto. Klara, la pequeña más entusiasta, voltea los ojos como signo de hartazgo, ante un momento cliché. Como si a un literato le preguntaran si ya ha leído a Paulo Coelho.
Las protagonistas están entre los 12 y 13 años, tienen un estilo tomboy y eso hace que sean rechazadas e inadaptadas. En medio de ello descubren, por azar, que pueden estar en un lugar de ensayo compartido, donde tocan unos chicos del modo heavy metal llamados Ironfist. Ellos son parte del grupo que molesta a estas jovencitas y las mismas deciden entrar al mundo de la música sin saber un pelo sobre instrumentos, sólo para molestar a Ironfist, aunque también como medio de expresión. He aquí que algún espectador se sienta identificado. Además, parte del estilo punk de las adolescentes es el carácter maduro y no al mismo tiempo: hablan de cosas que no interesan a los chicos promedio de su edad, pero que a ellas les apasiona; hablan de estos temas con gran interés y así componen la letra de su canción primera: Hate The Sport.
Luego, como un golpe de suerte, se encuentran con Hedving (Liv Lemoyne), una chica cristiana que en secreto sabe SEX NOLL TVÄ (602) de KMBS. Viven aventuras post-infancia que van desde componer música y letras hasta husmear en la basura de la ciudad o cortar el cabello de una de ellas con bastante despreocupación. Incluso se comprueba la existencia del padre de Bobo, al mismo tiempo que ocurre la primera borrachera de las punks.
Las tres actrices son debutantes en esta película, y quizá pueda notarse, sin embargo, esto refleja expresiones corporales sencillas, sin verse forzadas. Los estilos de las tres son distintos y eso mismo causa problemas de identidad, pero sin llegar a la desesperación violenta entre ellas ni consigo mismas. Durante las primeras salidas a escondidas conocen a otros chicos punks, y lo que tienen en común con ellos es que excluyen a cualquiera que escuche a Joy División en lugar de Ebba Grön o a Krymplings (KMBS). Hasta hay cierta vergüenza y timidez en todo lo que hacen o tratan de hacer entre estas dos bandas pueriles punks.
Esta movie trata la adolescencia de manera ingenua pero rebelde. El maquillaje no forma parte de estas contraculturales infantiles (en el mejor de los sentidos). Son "una banda de chicas" que no les importaría tener a un chico en la agrupación. Al final tocan en un concierto en Vasteras y sufren su primera decepción; no obstante, es un giro lleno de espontaneidad, sin mucha novedad, y de ahí deriva su grito de guerra: VI ÄR BÄST!
La cámara inquieta es de las principales características del filme, acompañado del vestuario rutinario de cuadros, algunos estoperoles, sacos grandes y cabellos levantados con agua y jabón; inclusive, una época invernal, fría (poco navideña, porque obvio es contra el sistema): forman parte de su ambiente. Es una película basada en la novela gráfica de la esposa del director, Coco Moodysson, llamada Never goodnight, y aunque el tema del adolescer predomina, el director menciona que hubo mayor interés en la música y la relación de las personas con su proceso de madurez.
Finalmente, vale la pena poner atención en los gustos de estas pequeñas aprendices del punk, en cómo se desenvuelven en un mundo comercial el cual a cada instante les impone comportamientos arquetípicos. Así como sucede con Fuckin Amal (1998), y la rebeldía de Lilja 4-ever (2002), ambas de Lukas Moodysson (que puedes consultar en Youtube).
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