Las películas de horror casi siempre nacen por mitos o leyendas urbanas, son la esencia primeriza, se sabe que las leyendas urbanas son una homogeneidad entre miedo e inconformidad social, además de asociarse con el miedo, aquel que sentimos desde que nacemos. Ambas se mezclan en esta historia con tintes bastantes formales, tanto cualitativos como cuantitativos, una tesis lo respalda desde el argumento, aquí no hay morbo por instinto nada más.
La leyenda de Candyman oscila entre lo real y lo imaginario, lo literario y la vida real, no porque esté describiendo las características de las leyendas, sino que tal relato está basado en una de los cuentos cortos de Clive Barker (Hellraiser, 1986 y El señor de la ilusiones, 1995). La historia forma parte del libro Libros de Sangre, escrito en 1984, titulado como The Forbidden (Lo prohibido) que claro, en la cinta es el encargado del guion el mismo Bernard Rose, director de la película. Las similitudes entre obra y largometraje son varias, Barker supo darle ese toque extra para darnos una cinta de 101 minutos entrañable, dado que él fue agregado al cast como productor ejecutivo y es una de las razones por las cuales, Candyman ya es considerada película de culto. Tanto, que el reciente reboot de 2021 dirigido por Nia DaCosta, que aunque desvaría en su argumento, tiene a Jordan Peele como productor quien también ha sido uno de los portavoz hacia el racismo en sus películas, como es el caso de Get Out (2017).
Otro caso relacionado por nombre es el de Dean Corll (1939-1973), quien fue un verdadero asesino en serie de 1970-1973, Corll obtuvo cierta fama al ser llamado “Candyman” o “El Flautista de Hamelin”; dueño de una fábrica de caramelos, misma que le daba el sustento económico para regalar dulces a niños y ofrecer tardes con alcohol para atraer a adolescentes. En sí, Dean Corll no era un blanco en las investigaciones de los 28 asesinatos que cometió en contra de los menores, pues pensaban que la popularidad y acercamiento que tenía entre los chicos era por mera mercadotecnia para su empresa. Esto pasó en Houston, Texas.
Candyman es un nombre conocido para causar miedo a los más pequeños al plantar la idea de no aceptar dulces de extraños, es por ello que Bernard Rose (Amada Inmortal, 1994 y El violinista del diablo, 2013) se encargó de proyectar en nuestras mentes la ambigüedad. Desde luego es un slasher de los noventas y por la época pensamos en Ghostface, después en Jason Voorhees, Freddy Krueger, Michael Myers y Leatherface, es más, nos vamos con Pinhead pero la diferencia con Candyman es que este personaje fue creado intencionalmente simpático, carismático, es decir, miramos a un asesino con orígenes que causan empatía.
La cinta comienza con la tesis que prepara Helen (Virginia Madsen) sobre los graffitis como representación del fastidio social, vemos que entrevista a la primera persona que menciona a Candyman, a partir de ahí brincamos a la Carinni-Green en Chicago, que en realidad era/es un proyecto urbano para viviendas públicas, ya saben, grandes edificios tratando de compactar a más de 300 personas en escasos metros cuadrados. Tanto el complejo urbano como la protagonista Helen, se unen para invocar nuevamente al rumor Candyman (Tony Todd), el cual se aparecerá en el cuarto de baño si repite su nombre cinco veces frente al espejo… Obviamente, Helen y su amiga Bernadette (Kasi Lemmons), quien al igual que Helen prepara la tesis, ambas juegan bastante bien el mito y entre bromas siguen el caso. Después miramos al esposo de Helen, un profesor universitario altamente machista, quien se adelanta a las investigaciones de su esposa en una de sus clases y de aquí rescatamos frases clave que describen a las leyendas como “temores inconscientes de la sociedad urbana” o “folklore moderno verbal”, argumenta que estos relatos terroríficos se cuentan en fogatas para así continuar con la costumbre; curiosamente, el final tiene algo de ello y termina comprobando la sentencia a modo de metáfora, es decir, la realidad y la ficción chocan nuevamente con la leyenda de Candyman.
A lo largo de la película hay cierto arte urbano que parece no tener tanto protagonismo, sólo el de la primera imagen que tenemos de Candyman, el que Helen descubre en el recinto terrorífico de Cabrinni. Desde luego, hay otras frases que llaman la atención como Sweets to the sweets, pista de la misticidad que Candyman trata de emitir, pues los asesinatos misteriosos que ocurren antes de la investigación son hechos por un tal Candyman que sí existe. Pero para no perder el rastro, a Cabrinni-Green lo llamamos recinto porque el mismo Candyman se presume como una deidad, dentro de las instalaciones y no es que se adueñe de las paredes como un espectro todopoderoso, más bien como un guardián que sólo cuida que su congregación siga creyendo en él.
Candyman es de padres afroamericanos, de hecho, el padre es esclavo por nacimiento, sin embargo, éste consigue producir calzado en grandes masas, de donde proviene su riqueza en plena Guerra Civil y por ello la buena educación que recibió Candyman. Daniel Robitaille, nombre terrenal de Candyman (dicho hasta la segunda entrega Candyman: Farewell to the Flesh de 1995 donde también explica el origen del ritual frente al espejo), es ilustrado como un pintor afroamericano aceptado en sociedad por ser una persona culta, sin embargo, en la labor y enmienda de pintar a una joven blanca de clase alta, se enamora y el padre de la joven manda a una horda de linchadores a matar a Robitaille. En el acto, cortan la mano derecha del joven pintor reemplazandola con un gancho y lo embadurnan con miel, haciendo que un colmenar lo lleve a su muerte. Sin más qué decir al respecto, para no arruinarla, si no la has visto.
Asuntos machistas, interrogando la veracidad de las mujeres, por no decir la inteligencia y la valentía de las mismas con el profesor Purcell Phillips (Michael Culkin) son parte del temario en el film. Candyman se interpreta desde dos puntos: el de los alumnos privilegiados (leyenda) y desde los habitantes de Cabrini (delincuencia organizada) así pasa con la detención de un hombre negro en la cinta, pues con la mínima sospecha de ataque es llevado a la policía, aunque bien comprobada su captura. Del otro lado de la moneda, la privación de la libertad de una mujer blanca que apunta a ser una asesina de verdad, es distinta, ella sólo sale de la cárcel porque hay un pago de fianza. Son dos de los ejemplos que contraponen a dos personas distanciadas por su color de piel, así las cosas en Candyman, ya que no sólo pone en juego nuestras mentes, aludiendo a su título secundario que va de Candyman: El dominio de la mente, sino que expone los problemas raciales como tema principal.
A primera impresión es una cinta con una buena dosis de sangre y muertes, así como es una trama interesante al tratarse del comienzo de una leyenda (las cuales se convierten en dos), el mismo Stephen King describe a nuestro autor del terror, Clive Barker, como el futuro del mismo. No tenemos frente a la pantalla un asesino en serie que se oculte tras una máscara a diferencia de los demás, más bien, él es su propio personaje con saco largo y zapatos bien lustrados, es un performance de él mismo, es un ególatra que pretende ser lo que siempre quiso por ser considerado menos cuando fue en vida un pintor, la fama como estado bendito, la idolatría que le rinden sus seguidores le da la inmortalidad para que él les otorgue el milagro de la muerte.
Puedes ver la película entrando al siguiente enlace:
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