La poesía de Isaac Luna nos remite a a la tradición literaria prehispánica, dotada de una fuerza y un vocabulario que se ejerce a partir de las imágenes. El dolor, la muerte y la nostalgia son los temas predilectos del joven autor, quien los aborda a partir de una perspectiva tradicional donde la figura del presente está inmersa en las enseñanzas del pasado. Disfruten estos poemas a la manera del icnocuicatl: cantos de tristeza y de agonía.
Ax can quemen
Ax can quemen decía mi abuela. Carne por plata, plata por compañía, compañía por olvido.
Todo lo que sabía desaparece, todo lo que tenía se fue y todo lo que era ya no está.
Ax can quemen decía mi abuela. La esperanza se esconde, el dolor se hace presente, todo está perdido ante la mirada.
Ni la cálida luz de Tonatiuh ni un solo rayo de sol ¿qué más queda? Solo una silueta en el ocaso Ax can quemen decía mi abuela.
Un día más de vida en esta tierra, una hora más de agonía. ¡Largo! Deja mi cuerpo aquí.
Ni una pluma de Quetzal o un millar de cacao podrán saldar mi deuda.
¡Ax can quemen decía mi abuela! Solo eso y nada más. ¿Quién la culpa? Soy solo una simple silueta.
Mi canto
Nocenzontle de mil voces ¿de qué acusáis a mi alma? Soy solo un simple quetzal, una simple alma en desgracia
¡Oh! Pajarraco de bellos cantares, humilde acompañante del macegual. ¡Calla! No cantes más, dejad este sepulcro en paz.
Adornad mi tumba con cantera, cempasúchil y pedernal. ¡Qué los muertos aclamen mi nombre! Que no se vuelva a mencionar.
Fortunio el del macegual aquel que duerme en su petate aquel que no conoce el tormento, ¡oh maldito tormento!
Dejad mi cuerpo volverse polvo y a mi sangre quemad los huesos. Huyan de mi cuerpo, que de mí nada quedará.
Os pido cenzontle mío, entonar para mí tus cantos, recoger mi bello plumaje, y después no volver a cantar.
¡Qué nadie escuché cantar! Ni la flor de aquel valle, que hermosa se yergue y que se marchita por última vez.
Mi muerte
Arrullo suave de la catrina, suave reboso de jade, trágica belleza exuberante. El cántico más bello a la vida.
Fin del pecado y el amor que en el humano persiste. Fin de la tristeza y el dolor, tales huesos de ceniza.
Murmullo suave de la vida, suave y dulce al oído, agonizante sollozo del ser que sobre el pedernal recae.
Malditos los buitres. Malditos por esperar mi muerte. ¡Qué escuchen mis sollozos! Oigan mi último cantar.
¿Qué derecho poseen sobre mí? No dejen que se acerquen a mí. Nada se han de merecer. Ni nada se han de llevar.
Comerán el dolor de mi ser, beberán mis alegrías. ¿A quién acusó de esta comedia? Ésta de amores y tragedias.
Pajarracos, escuchad mis sollozos, este mi último cantar. Maldecid a los buitres carroñeros, y protejan al pobre quetzal.
Isaac Luna (Apizaco, Tlaxcala). Mi nombre es Isaac Luna Rivera y nací en la ciudad de Apizaco, Tlaxcala, hace 18 años. Puedo recordar el día en el que la Catrina me habló por primera vez; unos cuantos días de vida había tenido, ella quería acabar con mi sufrir acurrucándome en la hamaca de jade. La muerte es algo que he encarado muchas veces durante mi vida, tantas que se ha convertido en mi principal inspiración; hace un año escribí un poemario titulado El Ultimo Canto, que aborda la muerte desde la tlaxcaltequidad.
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