La primera vez que escuché algo de Satón, banda de post-hardcore/screamo de Ciudad Satélite, fue que estaban causando un montón de ruido en la escena nacional. Y cómo chingados no iban a hacerlo: desde su primera alineación ya era un desvergue premeditado. En aquel entonces la banda estaba formada por Emilio Domínguez (guitarra y voz), Gabo "Blini" Mendoza (bataca) y Fernando (bajo y voz), pesos pesados en las categorías del post-hardcore y el math rock mexa, y que en conjunto formaban una tríada perfecta para un nuevo proyecto sitiado en la confusión y la anomalía sonora. Teníamos a tres compas que procedían de tres bandotas (Derriben Al Rey, Joliette/Le·Mat/El Shirota/un chingo más y Johnny Pequeñín, respectivamente) y eso sólo podía augurar una cosa: un desmadre sonoro que nos llevaría a la dentadura cromada del diablo o a la agonía existencial más alucinante. En resumen: el nacimiento de Satón. No fue para menos. Todavía recuerdo que el primer single liberado de la banda fue Sanatorio, y por aquellos días no paré de escuchar esa joyita por todos lados ya descargada de Bandcamp. Poco después llegarían Colores Muertos y Al Verlo Todo, Nada Veía, los siguientes singles de la banda, y otro poco más tarde Lleno de Hienas (2019), un trabajo ambicioso que le daría en la madre al género a nivel nacional y posicionaría a Satón como lo que era: un proyecto entusiasta, bien armado y repleto de un aire pesimista-introspectivo, pero increíblemente enérgico, con esos toques de griterío, ritmos amorfos e instrumentos caóticos.
Tuve la oportunidad de escuchar en vivo a la banda en Puebla. Para ese entonces, Satón ya había realizado un cambio en su alineación: Fernando saldría y el puesto del bajo sería encarnado por Daniel Vega, quien vino a amarrar todo el proyecto desde su propia visión del abismo y con una simbiosis perfecta para la banda. Ese toquín junto a Quiet Fear, Aves y Son of Devorah sería una chingonería total, y creo es de los mejores shows que he visto en tiempos recientes. Los compas de Satón tienen una química muy cabrona que te destroza los oídos. Ya ha pasado más de un año de este pedo, pero Satón no puede quedarse callado ni en tiempos de post-apocalipsis y eso se agradece. Varios videos, presentaciones online y nueva música llegaron para reafirmar y prolongar el camino de Satón como una de las bandas mejor ejecutadas de su género, además de crear (de nuevo) este hype mediático entre nosotros los escuchas de mierda sonora y gritos desesperanzados.
ni'in (2020), su nuevo álbum-EP y que se traduce del mixteco como "encontrarse a uno mismo", es un cambio total en las intenciones estéticas de la banda y un logro significativo para el universo del post-hardcore mexa. Hace algunas semanas tuvimos la oportunidad de escuchar dos sencillos del EP, Qomata y Decaer, y creo que jamás nos decepcionaron. Las rolas son un frenesí total y un desvergue como no se había escuchado en la banda. Ambas mantienen el ingenio sonoro ya "clásico" de Satón, creado desde el bajo y la guitarra en expresiones inquietantes-chirriantes-hirientes, la bataca en ritmos inalcanzables y metódicos y esa voz atemporal y desgastante, pero se sienten mucho más imprevisibles que en sus rolas anteriores. Con estos dos sencillos nos hicimos una vaga idea de lo que viene en ni'in: un recorrido por acantilados y mareas que sofocan y un sonido crudo, invasivo y gótico donde la mesura y la aspereza entran en un juego de contrapuntos.
Escuchar el álbum completo amplia totalmente la experiencia y es otro pedo. Conformado por Ver Desvanecer, Decaer, Monocromo, Olas Negras, Del Negro De La Nada, Al Azul Del Cielo y Qomata, el álbum jamás tiene descanso de esos guitarrazos-bajazos disonantes, los relámpagos arrítmicos y los gritos aberrantes. Ya con todos los datos técnicos y demás cosillas ocultas en Bandcamp nos enteramos de qué fascinante y complejo es este trabajo. Para empezar, grabar en cuarentena no es nada fácil: producido enteramente por la banda en esta nueva filosofía del DIY (Do It Yourself) y mezclado-masterizado por Miguel Méndez en Carne Débil (Cali, Colombia), ni'in surge como un trabajo inmersivo e introspectivo, dotado de su propia rabia y profundidad para acarrear temas y conflictos como los movimientos sociales, el rechazo, la pérdida y la identidad. Todo ello en conjunto nos mete de nuevo a la esencia primigenia de Satón y en una nueva búsqueda por reconocer la violencia y el desasosiego desde las palpitaciones del screamo y el post-hardcore.
El álbum es una chingonería por donde quieran verlo. ni'in trae consigo una energía muy bastarda que comienza desde su primera rola y que no abandona el álbum, además de varios puntos de quiebre que le añaden una suerte de desgaste o melancolía a la montaña rusa de emociones presentes en él. Todo este trabajo avanza de forma muy cabrona gracias a sus dos moods: la eficacia o la reverencia. Si bien tenemos esta fuerza nata de los géneros que topan, Satón encuentra un equilibrio para alcanzar el éxtasis demente o la detonación de una melancolía bien acertada y corrosiva. Las reiteraciones y los ecos le dan a este nuevo álbum una frescura irreverente, en la que los pequeños destellos y átomos de agilidad sonora están distribuidos en un panorama lúgubre, pero consciente.
El álbum se aquieta por momentos, pero jamás deja de vibrar ni de sentirse imprevisible. Paisajes violentos, movimientos pesados, rasgueos furiosos de guitarra y bajo y espacios rítmicos de bataca en declive o tensión son algunos elementos que permean la estética del álbum, y esto apenas es el comienzo. Cada una de las canciones de ni'in son feroces, pululantes y precisas, y como siempre Emilio, Blini y Daniel no decepcionan en la maestría con que ejecutan sus instrumentos. Podríamos separar el álbum en tres vertientes o momentos: 1) el desmadre entero, 2) la transición de la furia al dolor y 3) la nostalgia deliberada. Cada rola obedece a alguno de estos órdenes, pero es innegable que cada una tiene lo suyo y es independiente e irrepetible entre sí. Desde los sonidos abismales y cabrones de Ver Desaparecer, Monocromo y Qomata hasta los terrenos fangosos, románticos y claroscuros de Olas Negras y Del Negro De La Nada, Al Azul Del Cielo, ni'in nos lleva por movidas especiales y apoteósicas donde los descensos y caídas son una constante para retratar la búsqueda de la identidad para Satón.
Esencialmente, el tema predilecto del álbum son las voces. Y no sólo hablamos de la ejecución vocal en la banda, sino de la voz como una idea: un proyecto de averiguar quién enjuicia la realidad y cuál es la perpetuidad del yo. De ahí el nombre del álbum. A partir de diferentes subjetividades, el yo lírico se busca a sí mismo en su propia penumbra y en su propio ojo frente a la realidad. ni'in es curioso porque no sólo estamos frente a una visión total de una entidad o de una voz, sino que existen diferentes puntos focales dependiendo de la intención o la cólera. Parte de esta idea se regocija en la propia lírica de las rolas. Por ejemplo Decaer y Monocromo, donde encontramos dos tipos de voces sumergidas en la violencia y el pánico: "De las calles / Pintaremos / Las paredes / Esta noche / Si no vuelvo / Di mi nombre / Por las noches / Danzaremos / Incontrolables / Seré / Inconsolables / Incontrolables" (Decaer); "Mirándome alucinando / El aire arroja odio / Intento lastimarme / Intento deshacerme / Mirándote en el aire / El suelo se hizo odio / Hundiéndome en la tierra / Ahogándome en el lodo. / A veces / Pienso / Que solo yo / Sufro" (Monocromo). El paisaje íntimo y comunitario de Satón está involucrado en la idea que se tiene sobre uno mismo, matizando la ira, la ansiedad, la tristeza o la desesperación desde rolas con sonidos ágiles o polaridades lastimosas según sea el caso.
El sosiego y la euforia, el desprecio autoimpuesto y la personalidad funcionan como parte del reconocimiento de lo que somos y de lo que es la voz a lo largo del álbum. Aunado a esto, el post-hardcore/screamo permite (a su manera) el desarrollo de estos conceptos: la voz es mucho más profunda, como si regresara de un plano adimensional donde sólo el grito y el lamento traspasan la agonía. Mientras que la guitarra rechina, el bajo se desangra y la bataca se eleva en trips dinámicos, la voz prosigue con un especie de conjuro donde las jaleas del tiempo implosionan: "Y ¿si aún valgo la pena? / Tomo lo que queda / Debo decir / Que nadie lo hará por mí / Siento que perdí / Desaparecí / Cuando me seguí" (Del Negro De La Nada, Al Azul Del Cielo).
A diferencia de Lleno de Hienas, ni'in es una continuación mucho más agresiva y profunda de la estética general de Satón. Sobre todo, el álbum me parece un salto de fe hacia un sonido más envolvente, caótico y oscuro, pero no por eso mucho menos maduro, reflexivo y con sus propios paisajes de fatalidad y esperanza. Aunque Lleno de Hienas también persigue estas cuestiones de la identidad y la superación del dolor, la inseguridad y la ilusión de creer en uno mismo, ni'in es un material que nos habla de un Satón con mayores retos, panoramas y un gusto increíble por esos sonidos y misterios de la psique y lo enérgico del post-hardcore. Claro que los géneros que la banda topa tienen dichas cualidades, pero cuajar todos estos elementos en tan sólo seis canciones tiene su chiste y su dificultad. Para mí, ni'in es uno de los grandes álbumes de estos últimos meses del 2020 y un referente preciso de cómo todavía hay experiencias densas en las bandas del territorio mexa. No puedo esperar a toparme con todas estas rolas en vivo y hacer un buen slam rodeado de gritos, pulsaciones y precipicios amargos. Simplemente una chingonería y un material que te da una energía inigualable y redbullezca. Satón logra lo más ansiado: reinventarse a sí mismo, depurarse y desatar un álbum que nos lleve a la epítome de los terrores humanos.
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