Debemos estar bien orgullosos de que en México se continúe reinventando la estética shoegaze en niveles estratosféricos. Si bien el shoegaze contemporáneo ya viene mezclado con infinidad de géneros como el post-rock, el slowcore, el noise, el ambient o el propio dreampop (su hermanito gemelo), no posee un sonido que quede estancado en la "pureza" de su concepto. Esta mezcolanza-divergencia entre desmadres, disoluciones mágicas y cortes funestos han provocado que el shoegaze sea un género muy querido por demostrar capacidades auditivas mucho más ligadas a la experimentación de la música en esferas de la distorsión, la inmersión y lo intangible. Afortunadamente, el shoegaze es uno de esos "objetos" que no sigue métodos convencionales ni mucho menos está condicionado por quehaceres clásicos; al nacer de la vertiente más primigenia del indie noventero, la innovación juega un papel bien importante para los proyectos nacidos en las entrañas de este género, y cuando se logra armar un sonido íntimo, homogéneo y, sobre todo, fresco, la ecuación shoegaze logra cosas bien pasadas de lanza. Ustedes ya saben que aquí nos late un chingo el género y qué mejor que celebrarlo paulatinamente con nuevos estrenos y mutaciones corrosivas de la mano de proyectos memejicanos.
Y claro, si hablamos de un shoegaze/dreamgaze/punk/noise rock-pop en su estado más curtido e ilimitado en una experiencia etérea, por supuesto que debemos referirnos a una de las bandas más vergas, sólidas y vehementes de la toda la escena mexa: Margaritas Podridas. Pongo las manos en el fuego al decir que no hay ninguna banda que iguale los trips histriónicos y los placeres invasivos que tiene este proyecto de Hermosillo, Sonora. En palabras más simples y sin hacerle tanto a la mamada: estamos frente a uno de los estandartes más importantes del shoegaze/noise actual en México, y decirlo se queda corto en comparación de escucharlo. También debo reconocerlo, Margaritas Podridas, anteriormente conocidas como Rotten Daisies en su etapa más neo-punk, es una de mis bandas favoritas desde hace ya un par de años. Referirme a esta banda, integrada actualmente por Carolina Enríquez, Esli Meuly, Rafael Armenta y Alfonso López, para mí ya es una pinche blasfemia porque no habrá ninguna manera de expresar en palabras las emociones e implosiones artísticas que ellos logran a través de su música y su estética física. Junto con algunos compas de bandas tlaxcas, así como chingos de gente alrededor de México, coincidimos en que el sonido de Margaritas Podridas es una cosa abismal y sintética que sólo una banda del norte, en medio de todo el movimiento de la nueva avanzada experimental, podría lograr. En síntesis, Margaritas Podridas es una de las bandas más chingonas del dreamgaze nacional a la que le debemos cierto culto, devoción y cariño eterno.
Toparnos con el primer álbum de la banda, titulado Porcelain Mannequin estrenado en 2018 y cuando todavía estaba el auge de Rotten Daisies, ya nos da una idea de cómo se desenvuelve el horizonte sonoro de Margaritas Podridas en cuanto a la experimentación de los instrumentos agresivos y las voces atemporales, pero nada puede compararse con los más recientes desmadres de la banda sonoerense. Desde hace un par de meses, Margaritas Podridas nos ha estado preparando para lo que ahora es su nuevo material de estudio, el álbum homónimo Margaritas Podridas. La primera vez que te lo chutas sí te quedas todo apendejado por todo lo que puede mostrarnos. Este nuevo álbum, grabado en el estudio Onda Sonora y producido-grabado por el gran Sebastián Neyra (Mint Field/Sonic Emerson) es un referente obligatorio de su género y un trabajo apoteósico que viene a enseñarnos como la mesura, lo arrítmico, lo caótico y lo bellamente siniestro pueden cuajar un trabajo excepcional y conceptualizado a partir de una luz íntima, natural e inigualable. Rolas como Ceremonia, Wow y Pétalos Mordidos, que sirvieron como sencillos de este álbum, apenas fueron una probadita de todo lo que esta banda puede brindarnos a través de los malviajes intangibles del dreamgaze/shoegaze y la acidez innata del noise/grunge en su manifestación más movidona.
Margaritas Podridas es un trabajo sumamente curioso y abstracto porque nos lleva a las diferentes áreas de un mix de géneros, perspectivas y calamidades oníricas. Conformado por Pétalos Mordidos, Púrpura, Margaritas, Wow, Parabrisas, Interludio, Ceremonia, Estrella Madre y Celeste, el álbum se configura a partir de una experiencia fantasmagórica donde cada instrumento obedece a una vibra particular de la entidad shoegaze/noise. Pasando por momentos de aberraciones mucho más dinámicas o descendiendo a terrenos contextuales y guiados desde la levitación, la magia natural y la intimidad cotidiana, Margaritas Podridas agarra lo mejor del desvergue noise rock para mezclarlo con una sutil, pero poderosa, espiritualidad shoegaze. Tratar de hacerle justicia describiéndolo parece una tarea imposible porque el álbum habla por sí mismo: guitarras distorsionadas de la forma más cabrona posible, un bajo sumamente demoledor y presencial, una bataca precisa, ágil y fulminante y varias voces extraídas de dimensiones paralelas y lamentaciones etéreas son la ecuación perfecta para ejecutar un álbum de estas magnitudes.
La gente que topa a la banda no se equivoca en decir que hay algunos elementos de Sonic Youth en la música de Margaritas Podridas. El noise, aderezado con varios madrazos de dreamgaze, resulta el escenario perfecto para condensar todo lo que la banda nos ofrece en su primer álbum homónimo. No estamos totalmente ante ese desmadre del shoegaze rasposo o la devastación noise de la vieja escuela, pero tampoco entramos a lo pastelozo del dreampop; Margaritas Podridas juega en un punto medio donde cada elemento se siente orgánico frente a la violencia sonora, realizando un movimiento mucho más apegado a los declives de la dulzura y lo amargo. Rozando un carácter más extrasensorial, impecable y fantástico que casi le tira a los gritos del hardcore o a la demencia del grunge, este trabajo es un deleite muy cabrón porque reforma y amplía las genialidades de su género desde una personalidad cálida, pero chingonsísima. Cada instrumento está posicionado en un lugar específico del escenario sonoro y consigue un ambiente de introspección donde puede haber tanto un recorrido netamente agresivo como una pasión imperturbable que se desarrolla desde lo inquietante y lo siniestro. Digo siniestro porque así es el álbum: una muestra perfecta de cómo lo árido, lo estremecedor y lo dramático pueden gestar un material lleno de vida y experimentos resplandecientes.
La lírica y las temáticas del álbum también logran buena parte de este horizonte de desfallecimientos y ataques abrasadores desde su propia periferia e inmersión. Así como la figura física de la banda, donde un paisaje de neo-cuento de hadas delimita la ferocidad y la destreza de todos sus integrantes, la música de Margaritas Podridas está construida mediante una égloga de la naturaleza, la focalización y la fluctuación más ordinaria que desemboca en el placer, los trips lisérgicos y las cantatas del orbe estelar. Rolas como Wow (que por mucho es mi favorita desde que salió como sencillo) Estrella Madre o Parabrisas me parecen grandes ejemplos de cómo Margaritas Podridas construyen un universo poético donde la voz es el principal artífice de la magia ambiental: "No sé que tienen las flores que son / Wow / No sé que tienen las nubes el día de hoy / Wow"; "Generosa / Cuerpa de luz / Resplandece y guíanos / Estrella madre / Tui tui, el pájaro". En ese sentido, la banda se guía mucho de un proto-haiku/tanka donde las flores, los colores y el entorno son los principales elementos para detonar la sensibilidad de cada rola.
El arte del disco también habla por él mismo e incluso nos resume el "color" de la música de Margaritas Podridas. Tal y como se refleja en el nombre de la rola Púrpura, el sonido de la banda se inmiscuye en varios destellos de atardeceres y ansiedades resplandecientes. El shoegaze/dreamgaze de la banda es uno de los mejores sonidos de la escena mexa porque no se deja llevar por un sonido "purista" en cierto sentido; Margaritas Podridas mezcla diferentes arquetipos y los destroza a partir de una furia noise rockera que no precisamente se separa de la ternura y la candidez del dreamgaze. A diferencia de otras bandas del género, el viaje de la Margaritas Podridas no se concentra en la delicadeza del entorno, sino en un rompimiento de figuras que desemboca en la creación de un sonido crudo, enérgico y llevado hasta el límite de la paranoia más impresionante.
No sé cómo lo sientan (o escuchen) ustedes, pero yo sigo teniendo varios mini infartos cada vez que reproduzco este álbum. Aunque apenas llevamos una semana con este material completo, cada rola se cuela entre tus huesos y te hace quererla indefinidamente y de forma casi inmediata. Eso es lo más chingón de Margaritas Podridas: crear un dreamgaze con el que puedes empatizar de un momento a otro sin necesidad de ser pretensioso o mostrarse atiborrado. Las distorsiones, los malviajes y todo el quehacer lírico son tan sólo vehículos que demuestran por qué Margaritas Podridas tiene uno de los sonidos más frescos de toda la escena norte de Meméjico, y como dije hace rato, las palabras no demuestran ni una pequeña parte de cómo suena su música, así que lo mejor que pueden hacer es reproducir este nuevo álbum ahorita mismo y cuajarse en todas la vibras que éste provoca. Sin lugar a dudas, la música de Margaritas Podridas vivirá por un chingo de tiempo más gracias a esos horizontes repletos de ganancia premeditada y saturaciones tenebrosas que tanto nos encantan a las personas que escuchamos un shoegaze lleno de guitarrazos, bajeos perrones, ritmos inconfundibles y voces irrepetibles; en este caso, un noise-dreamgaze renovado, atrevido y creado desde su propia alma.
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