La imagen de los niños siempre ha de ser descrita por “inocencia” y esta se resuelve en otras palabras afines a ella, que siempre se mezclan con paisajes veraniegos y carismáticos; valga la redundancia, infantiles: aquella imagen se mezcla con la luz del día y para nada da terror, pero esta es la excepción, ¿Quién puede matar a un niño? de 1976 dirigida por Narciso Ibáñez Serrador, es considerada una película cúspide en el terror español, además de moldearlo en una forma peculiar. Segunda y última película del ya mencionado director uruguayo/español, basada en la novela El juego de los niños de Juan José Plans, obra que, con algunos cambios, auxilia a esta película excepcional.
Desde la introducción juega con nuestros sentimientos, enterneciéndonos con fotografías y videos documentales de niños entre guerras, aquellos que padecen hambre y orfandad, sobreviviendo por mera fortuna y al mando de los niños mayores que asumen una paternidad obligada; quizá con la esperanza de un nuevo renacer del mundo y en las mentes de quienes asesinan su inocencia. Al mismo tiempo que vemos la podredumbre humana dentro de la pantalla, aparecen los créditos, en los cuales tenemos a Tom (Lewis Fiander) y Evelyn (Prunella Druille), quienes, en su papel, son esposos y pronto padres de su tercer hijo.
Ellos están en la ciudad costera ficticia llamada Benavis para llegar a la isla Almanzora, pues están en un viaje de vacaciones donde sólo se aventuran los dos. Tom planea todo el tiempo ir hacia la isla Almanzora, en donde él ya había estado cuando niño. Puedo decir que la pareja se me hace algo inusual, es decir, dejar a tus hijos para viajar con tu pareja, que está a punto de parir a una isla solitaria, no sé, igual mi idea paternalista a futuro no es tan buena, juzguen ustedes mismos. Como sea, a la pareja en ocasiones se le ve inquieta por los pequeños que dejaron en casa y casi todo el tiempo piensan en los que ven pasar y en el que viene en camino.
En la historia no se nota el punto trágico hasta que sólo un pescador es el que ha notado los cadáveres extraviados en las orillas del mar, pero hasta ustedes olvidarán los muertos flotantes cuando vean cómo la pareja siempre busca paz fuera de esta ciudad costera tan ruidosa por sus festividades, porque realmente el efecto del bullicio de la gente es abrumante. Y con esto, podemos referir con suficiencia a La semilla del diablo (1968) de Polanski, una mujer embarazada que pronto descubre que aquello dentro de su vientre contiene una fuerza maléfica, un Anticristo a la sensacionalista; en cambio, con Evelyn sólo tenemos una porción malvada, aunque ciento por ciento efectiva.
El guion, escrito por Luis Peñafiel (Narciso Ibáñez con lentes y bigote) es similar a la joya de Roman Polanski. La banda sonora con Waldo de los Ríos se asemeja a la producción de Spielberg con Tiburón (1973), además de que las dos tienen la imagen del mar, que emite un mensaje de incógnita y terror a la vez. También ligada a Pájaros (1963) por tener como recurso de terror a seres, en apariencia, inocentes, aunado al espacio costero, limitado e incomunicado de una próxima isla, es decir, este razonamiento Hitchkockiano de temer a lo inesperado, lo más común y corriente, lo que genera suspense. Al mismo tiempo, es una versión moderna (de los setenta) de El pueblo de los malditos (1960) a cargo de John Carpenter, o por los menos algunos la consideran como una visión modernizada, sólo que sin la megalomanía de pequeños hombrecitos y fenómenos extraterrestres; aquí sólo hay niños descalzos sedientos de poder y venganza por las siempre guerras de adultos carentes de humanismo y respeto a los más jóvenes. Todas estas cintas se juntan en esta, pero el producto se resuelve de manera lenta pero con un suspenso constante. Evelyn y Tom van de extremo a extremo buscando respuestas, gente, niños, comida, paz, descanso, más gente, adultos y por último, la supervivencia.
El director sufrió algunos recortes de presupuesto, en consecuencia, tenemos una película mucho más orgánica que acrecentó el horror radiante respecto de algunos huecos argumentales casi invisibles, por mencionar uno: el origen del comportamiento hitleriano de los críos solitarios, el libro lo explica, la cinta no exactamente. La película tiene mucho del suspenso de Psicosis (1960), así como una forma de tratar de revolucionar el terror en España con su anterior cinta titulada La residencia (1970), tanto que, como ya vimos, Tiburón se estrenó el mismo año que ¿Quién puede matar a un niño? de Narciso, y ésta sobrepasó a la de Spielberg en Italia, por ser la más taquillera. Ya por mencionar otros datos, el papel de Tom interpretado por Lewis Fiander, dejó mucho qué desear al director, del mismo modo, el idioma original es en español/inglés por parte de Tom y sólo inglés por el lado de Evelyn, en consecuencia, la mujer está reducida a lo que le dice su marido, dando paso a esconder varios sucesos que a simple vista son extraños para la esposa pero que en su cabeza jamás se explican y en ella es en quien recae toda la ansiedad del momento.
En sí, es una propuesta diferente del terror y horror de aquellos años. Del mismo modo, asesinar a sangre fría a un infante por mera supervivencia, qué tan válido es o hasta dónde llegaríamos por salvar a los nuestros de estas personitas vengativas. Nuestros personajes hacen de todo, evitan ver a los niños como sus enemigos, sólo huyen, sudan, se cansan, tropiezan y los niños juegan con esto de forma torturadora. En momentos se ven pervertidos como cualquier adulto, dentro de una iglesia, juegan a confesarse, juegan a la piñata de modo extremo, pero en otros momentos, se les ve llorar y sonreír como cualquier niño. Debo decir que en ocasiones es incómodo hablar sobre los pequeños desde este punto de vista extraño y casi compasivo, pero la pregunta es mucho más complicada de lo que pensaríamos, definitivamente. ¿Somos nosotros los que fuimos alimentados para una revolución o los padres que serán responsables de los futuros críos de una guerra?
Puedes ver la película entrando al siguiente enlace:
https://zoowoman.website/wp/movies/quien-puede-matar-a-un-nino/
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