Hay que confesarnos y decir que el dreamcore, género que se desprende de lo aesthetic y que eclosiona en universos polifónicos, no es un género fácil de digerir o de igualar; sin embargo, creo que todos en la vida hemos sido cautivados por ciertas experiencias que se desprenden de su estética sonora. Topándose en ciertos aspectos con la electrónica experimental de synths neoclásicos e incluso con el aura primigenia del dreampop, el dreamcore se separa (o se unifica) en todos estos aspectos para cuajarse como un espacio de contemplación etérea, juguetona y empecinado en un paisaje de múltiples posibilidades y desprendimientos incorpóreos. La neta es muy difícil tratar de explicarles cómo es el sonido en este tipo de géneros porque no todo nos permite conceptualizarlo en palabras; aunque sí tenemos mensajes claros guiados por la imagen de ciertas rolas o bandas/artistas, el espíritu del dreamcore se sitúa en una experiencia personal que sólo puede tratarse desde varios rincones de lo íntimo, lo arcano y las detonaciones constantes de una música paradójica y sumamente inmersiva.
Si su propia denominación ya nos causa ruido, meternos a su descomposición estilística ya es otro pedo. Sintetizadores a más no poder que se combinan con cajas de ritmo alucinantes, instrumentos "clásicos" en deconstrucción y voces inundadas de agonía y gravedad multiversal son apenas los primeros acercamientos a un género que, como ya dije, es difícil de igual según sus propios lineamientos y experimentaciones. Si nos ponemos a escarbar en territorios inexplorados tipo los tags de Bandcamp o similares, encontraremos que, a pesar de tener una superficie hiperrealista y a primera vista desconocida, el dreamcore es un género con un séquito de seguidores bien amplio y que se extiende alrededor del mundo. Y por supuesto que México no es la excepción; si hablamos de dreamcore mexa y sus ilimitadas capacidades creativas, obviamente debemos referirnos a una de las bandas morelianas con más peso dentro de estos desmadres atemporales: Mutto.
Verguísima de banda! Con una propuesta que se aleja de todo lo que hemos escuchado antes en la música mexa e integrada por Gums Zárate, Bebox Oceguera, Sergio López, Javier Zárate y Moiré, Mutto es una de las bandas mexas-emergentes más cabronas por estar cimentada en el pecaminoso estilo del dreamcore intangible. Y no es jalada; pocas bandas realmente logran salir de ese pequeño círculo de anonimato en cuanto a su género, y Mutto es el gran ejemplo de cómo adentrarse en un agujero negro de posibilidades incandescentes extraídas desde un experimento melifluo, onírico y ascendente. Con sólo un álbum debut de hace apenas un par de semanas, el magnífico Fuimos Humanos (grabado durante 2020 en Capricornio Records), Mutto se muestra a sí misma como una de las bandas más enérgicas de la escena nacional a partir de un sonido fecundado en la potencia, la solemnidad, el pánico y los deseos postergados. El dreamcore de la banda es único porque está sujeto a una proyección de escenarios en diferentes niveles, logrando transformarse según la necesidad de cada rola y nutriéndose de otros géneros como el dreampop, el dark pop y el indie.
Hablar de su nuevo LP sólo nos reafirma el poder que tienen este tipo de géneros para lograr expectativas enormes y aún así superarlas. Conformado por Infierno, Mefistto, niño God, Campo, la homónima Fuimos Humanos, ††, Infinito, Detrás del Mundo, Nada Cambió, Reyes, Licántropo, Ódiame y Tal Vez Muera Primero, Fuimos Humanos se convierte en un álbum que no sólo busca expandir el universo del dreamcore y el dark pop mexa en niveles apoteósicos, sino en un viaje post-apocalíptico donde la belleza, la melancolía y los ataques frenéticos se funden en una sola masa de armonía inefable. Si tuviéramos que elegir un símil para todo el caos y la estabilidad que rodean a este nuevo LP de Mutto, yo pensaría en la película The Devils (1971) de Ken Russell: referencias a la inquietud infernal, paseos por delirios intrapersonales, hipnosis premeditadas y retornos de la muerte son algunos de los temas que hacen de este álbum una delicia para reencontrarnos en horizontes sci-fi de entendimientos profanos. Muy pocas veces un álbum logra construirse desde una estética claroscura sin salir de la depresión mediática, y Mutto lo logra en Fuimos Humanos gracias a un spleen que, aunque se percibe hiriente, es una oda a la vida. En palabras más simples y para no armarla de pedo: este álbum es la verga. Denle una repasada a todo lo que tenemos actualmente en la música independiente de Meméjico y no van a encontrar algo similar a Mutto.
Me encanta que el arte de portada en este álbum sea un collage porque ya nos da un indicio de cómo es el trip de Mutto: una miscelánea de implosiones, destierros, anacronismos y futuros distópicos donde converge un sonido inquietante, pero acogedor. Mucho de este tema, el collage sonoro y su formación reptante, es uno de los grandes aciertos de Fuimos Humanos; no estamos frente a un álbum convencional de dreamcore ni dark pop, sino ante una ejecución que va más allá de las fronteras snob-experimentales para entregarnos un sonido fresco, dulce, ágil y repleto de sus propias creencias y descomposiciones. Fuimos Humanos es un álbum que cancela cualquier tipo de prejuicio sonoro-estético de sus géneros y los expone a partir de una revitalización de cada instrumento y cada secuencia.
Todo Fuimos Humanos está construido a partir de una mezcolanza de sensaciones, espectros y divergencias etéreas. Desde sintetizadores vehementes que se insertan en tu cráneo hasta bajeos-guitarrazos imprevistos tipo slowcore/shoegaze y ritmos enternecedores o sulfúricos, cada integrante de Mutto agrega una perspectiva y una genialidad innata al movimiento de cada rola. Canciones como niño God, Nada Cambió, Mefistto o Licántropo se convierten en joyitas inmediatas gracias a un carisma que no deja de tener esos rasgos de sinceridad y pesimismo cotidiano, permitiendo que cada rola suene y se exprese de forma diferente. Y esto es neta, ninguna rola se parece entre sí; todas traen un aire bien personal que le da un respiro y un poder bien cabrón a Fuimos Humanos, y esto es quizá una de las mejores cualidades de Mutto: lograr cuajarse a partir de una sola idea genérica (el dreamcore), pero a la vez tener esa iniciativa de experimentar hasta los límites menos esperados.
La idea general, tanto musical como líricamente, de Fuimos Humanos recae en eso mismo: una trascendencia corpórea que simboliza la transformación del cuerpo y del espíritu. Si cada rola ya está albergada en un mix de transfusiones sonoras que se mueven entre la vida, la muerte y la penitencia, el nombre de cada rola, y sobre todo su formación lírica, ya se avientan nuevos peaks más cabrones que complementan la idea y el collage de todo el álbum: "quiero cantar con la muerte / quiero tocar el infierno" (Infierno); "no voy a renunciar / aunque quieras / olvidarme sabes bien / que te mueres por besarme una noche más / ódiame después / quiéreme otra vez" (Ódiame); "sentimos tanto dolor / perdimos todo el amor / no puedes más / siéntate a llorar / ya no hay dolor / sientes como se va" (Detrás del Mundo). A través de un lenguaje y una imagen en primera persona, Fuimos Humanos construye un universo donde cada actante está sujeto a la penuria, pero a la vez a una salvación paulatina que se eleva y se contrae a pasos emocionantes.
A decir verdad, este tipo de música (y sobre todo este nuevo álbum de Mutto) me recuerda muchísimo a esas pseudo-experimentaciones de la nueva etapa de Porter de hace ya algunos años. Sí, puede que no tenga nada que ver, pero hay algo en esa sensación parecida al "malviaje atípico" que te invade totalmente y te transporta a pasados o emociones reprimidas. Sin embargo, y a diferencia de las limitaciones mainstream de Porter, el dreamcore de Mutto te agarra desprevenido y te arroja a un abismo de bestialidad y mutación constante. La banda juega sus cartas de forma increíble y logra hipnotizarnos con un trabajo sumamente ambicioso, desarrollado a partir de una melancolía ritualística que nos bombardea con desolaciones-ascensos bellísimas y su propia magia pagana.
Fuimos Humanos es quizá uno de los álbumes mas chingones con los que me he topado recientemente. Después de un breve periodo en que los estrenos mexas se pausaron (según las propias bandas y proyectos que yo escucho-sigo), encontrarme con Mutto ha sido una de las mejores experiencias en cuanto a esta rama de sonidos escondidos y trincheras admirables del dreamcore y sus aledaños. Sin dudarlo, recomendaría a Mutto como una de las bandas que tienes que chutarte (sí o sí) si es que gustan este desmadre del collage amorfo o las pulsaciones lentas, precisas e invasivas de la nueva ola de proyectos emergentes mexas. Dense la oportunidad (y un buen pazón de alegría cíclica) escuchando a una de las bandas mejor ejecutadas de la escena nacional.
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