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Foto del escritorEnrique Chávez

"Eternos" de Leonora: ritmos turbios y placeres adversos



Hablar sobre el post-punk nacional no sólo es caer en el transe de un género que data desde los años 80s: también es hablar de una institución oculta y amorfa, pero que está bien posicionada en buena parte de lo que conocemos como la música independiente aquí en México y en el mundo. Y sí, no es que el género sea lo más under por estos días. Chingos de grandes bandas han contribuido a que poco a poco el sonido post-punk, vertiente más depresiva de los ritmos hirientes y bajazos formidables fundados en el punk de la vieja guardia, sea algo cotidiano y, hasta cierto punto, apreciable para las nuevas generaciones. Creo que al menos todo el mundo se ha chutado los memazos sonoros con música de Molchat Doma (Muchas Donas), Buerak, Human Tetris, Motorama, etc, etc. Los rusos llevan el estandarte actual de este pedo. Y si bien está muy chingón escuchar todos estos matices sonoros que le han dado un aire fresco al género, no me pueden negar que una cosa más vergas es regresar a los sonidos míticos de la primera gran escuela post-punk/dark wave. Joy Division, The Cure, Bauhaus, etc., son grandes ejemplos de cómo la oscuridad, los ritmos turbios y los paisajes más simples, pero bien focalizados, todavía nos producen cierta nostalgia, furia o degradación cotidiana.



Y otra cosa más chingona, un tanto alejada de la popularidad del género en sí mismo en la actualidad, es encontrarte con bandas pesadas, abismales, sinceras y mexas que adoptan los paisajes del post-punk "clásico" para crear un homenaje a todos los elementos que el género trae consigo y a las bandas que lo fundaron. Así es la música de los buenos compas de Leonora, banda de post-punk y dark wave de Los Mochis, Sinaloa. Sin tener un halo de pretensión o incluso alejándose de una propuesta más "contemporánea", Leonora es para mí un gran recordatorio de cómo hacer un post-punk melancólico y ágil desde una visión más curtida e intensa del mismo. Hace poco más de un mes estrenaron su primer EP, Eternos, un álbum que retoma precisamente dichas conceptualizaciones y ritmos del dark wave de antaño para darle un aire único, e incluso danzante, a su propia música.



Leonora es una banda que centra su estética y su juego creativo en los ambientes. Con sólo cinco rolas, Reina Negra, la homónima Eternos, Insomnio, Sufrí y Colonia Americana, la banda encuentra diversos punto de partida y otros descensos premeditados que nos meten de lleno a esta escuela clásica del post-punk y a los atardeceres claroscuros del dark wave. Comenzando con un aire de pulsaciones y ritmos dinámicos en Reina Negra, Insomnio y Sufrí, y pasando por diversos momentos de ímpetu y desgaste en Eternos y Colonia Americana, el álbum tiene de todo aún en su corta duración: ambientes lóbregos, inciertos y con su propio toque kinestésico que varía de rola a rola.


Tal y como lo dictan las normas de estos géneros, Leonora focaliza sus puntos de ataque en el bajo y la guitarra. Una chingonería! Si han escuchado una que otra rola de las banditas old-school saben a lo que me refiero: intensidad, disonancia y notas punzantes. Los instrumentos le rinden honor a su propia fuerza y nos sitúan en diversas situaciones donde el bajo destaca como el protagonista gracias a la precisión y potencia; sin embargo, las guitarras también agarran su propio ritmo y de ahí se desencadena el frenesí que complementa y expande las agonías de cada rola. Finalmente, todo este desmadre y oscuridad se amarra con la batería, quien nos persigue desde lo profundo del escenario y termina por cuajar la marea dark wave o la intensidad post-punk en cada rola. En todas las canciones del álbum encontraremos eso: un ir y venir entre danzas arcanas y mutaciones extrasensoriales donde la guitarra está chirriando o el bajo martilla los oídos, pero ambos condicionados bajo una bataca que sabe hacerla de guía para el trip nocturno.


Hablar de la voz en Eternos ya es otro pedo. Retomando algunas temáticas como la corporeidad o el deseo, la danza gótica, la pertenencia, el sueño, la meditación y el amor-sufrimiento, la voz lírica y la intensidad sonora quedan perfectas para continuar el mood de confusión en todo el álbum. A esto hay que sumarle la profundidad y el performance de la voz, que logra transportarnos a estos paisajes oscuros y lentos donde habitan las reflexiones en torno a la vida y sus peripecias. Creo este tiene mucho que ver con la forma en que se aborda cada tópico dentro del álbum. Aunque sí tenemos esas rolas más "típicas" donde el sufrimiento inunda toda la esencia sonora, muchas de las piezas del Eternos tienen más ese sutil toque a danza, a baile y a movimiento. Esto es algo muy cabrón dentro de todo el rollo musical de Leonora, porque permite disfrutar el álbum desde diferentes momentos y vertientes, dándole un toque más versátil y, de cierta forma, complejo a lo que el EP quiere transmitir y homenajear.



Aunque Leonora es un proyecto que apenas vio la luz en este 2020, no cabe duda que son de lo mejor que tenemos en el terreno post-punk del territorio mexa. Catártico, clásico, liberal y profundo podrían ser adjetivos que traten de descifrar cómo va todo el desmadre de la banda por estos rumbos sagrados del género. La banda es una perfecta opción para envolverse en viejos ritmos, sensaciones y experiencias de un sonido penetrante y abismal. Excavando fuera de las entrañas de toda la tradición sonora post-punk, Leonora da justo en el clavo: volver a los orígenes y refutar las nuevas tendencias con música bien estructurada, atípica y con grandes referencias a panoramas incomprensibles e inciertos de los clásicos dark-punk.




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