I. Sentados al borde del río, marejada olor a zapato viejo, confundimos necesidad con nostalgia y amor con deseo. A lo lejos se escucha la corriente caminando hacia la luz de mediodía, y así como ella nuestras palabras se opacan.
II. Compartimos una misma copa de agua y nos preguntamos si el agua del río es bebible; pero cómo podríamos saberlo sin tener la certeza, aun cuando vemos los cuerpos flotando como canoas: resaca de hace semanas y el cuero torcido, encerrado en hileras de torsos masticados por la hierba.
III. Un par de sapos se besan en la otra orilla. Observan su mueca triste, se detienen para evaluar la mirada. El verdor de sus hábitos se confunde con el terreno fangoso, y el gato que pasa limándose las uñas ignora, ciegamente, que los ha aterrado.
IV. Mujer con alas, sin basurilla de lagaña, manos de color tostado como el pan de sobremesa, titubeo solemne, al alcance de una lágrima, ¿en realidad me quieres o sólo es tiempo? Navaja hundiéndose, hilando mi llanto, apolillándote en mi pecho…
V. Habrá, acaso, alguna senda, y como el devenir de las aguas correrán las heridas. No tengo prisa, las flores en la rivera atienden el camino.
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